GUARDIA NOCTURNA

¿Por qué el socialismo es antisocial? Una respuesta irrefutable desde la Escuela Austriaca

"Lo que empieza como un ideal de justicia, termina inevitablemente como un sistema de opresión." — Huerta de Soto

La paradoja que nadie quiere mirar

El socialismo se presenta como la ideología de la solidaridad, del bien común, de lo social. Pero, ¿y si fuera justo lo contrario? ¿Y si detrás de ese discurso de igualdad se escondiera un sistema que destruye la cooperación, anula la creatividad humana y dinamita las bases mismas de la vida en sociedad?

Esta no es una pregunta caprichosa. Es una advertencia seria de uno de los economistas más lúcidos de nuestro tiempo: Jesús Huerta de Soto.

La verdadera esencia del socialismo (y por qué no es lo que te dijeron)

Según Huerta de Soto, el socialismo no se define por la propiedad estatal de los medios de producción —como nos enseñaron en la escuela— sino por algo más profundo y destructivo:

“Socialismo es toda agresión institucionalizada contra el libre ejercicio de la función empresarial.”

¿Qué significa esto?

Significa que todo sistema que impide o limita que las personas emprendan, descubran, creen y coordinen libremente recursos es, en esencia, socialista. Y, por lo tanto, antisocial.

El corazón del desastre: por qué el socialismo no puede funcionar

Dos argumentos lo demuestran, y ambos son devastadores.

1. Argumento estático:

En un sistema socialista, no existen precios reales. Y sin precios, no hay brújula para saber qué producir, en qué cantidad, para quién, ni cómo. El cálculo económico se vuelve imposible. Es como navegar en un mar sin estrellas, sin compás, sin mapa.

2. Argumento dinámico:

El problema no es solo que el planificador no sepa. Es que no puede saber, porque la información que necesita aún no existe: está por descubrirse mediante la acción empresarial. El Estado no puede prever la creatividad de millones de personas actuando libremente.

En otras palabras: el socialismo sofoca el proceso mismo que genera progreso.

Lo que se rompe cuando se planifica: la sociedad

**Cuando el Estado planifica, deja de haber cooperación voluntaria. Se reemplaza la libertad por órdenes, el intercambio por obediencia, la diversidad por homogeneización.

Y entonces, el tejido social se deshilacha**.

Las personas ya no cooperan: compiten por favores políticos. Ya no crean: esperan permisos. Ya no descubren soluciones: obedecen planes.

“El socialismo destruye los procesos sociales espontáneos que hacen posible la civilización.” — Huerta de Soto

De la planificación a la corrupción, y de ahí al totalitarismo

En el mundo real, la imposibilidad del cálculo económico no lleva a una simpática utopía gris. Lleva al caos. Y cuando hay caos, los planificadores exigen más poder.

Más regulación. Más impuestos. Más control.

El resultado no es igualdad. Es privilegio, clientelismo, empobrecimiento y represión. Es Venezuela. Es Cuba. Es Corea del Norte.

El socialismo, como toda enfermedad que no se detecta a tiempo, evoluciona hasta convertirse en un cáncer totalitario.

Entonces... ¿Por qué el socialismo es antisocial?

Porque niega todo lo que hace posible una sociedad libre y próspera:

  1. Niega la función empresarial, esa capacidad humana de descubrir y coordinar.
  2. Niega la información dispersa, esa sabiduría tácita que solo puede emerger en libertad.
  3. Niega la cooperación voluntaria, imponiendo en su lugar coacción y violencia estructural.
  4. Y por encima de todo, niega al individuo como agente moral libre.

El socialismo no es un error técnico. Es una agresión moral, una traición a la civilización, una utopía antisocial disfrazada de justicia.

Conclusión: El veredicto de la razón

El socialismo fracasa no porque se implemente mal, sino porque parte de un error fatal: pretender sustituir millones de decisiones libres con la voluntad de unos pocos.

Y ese error no solo lo convierte en un sistema inviable.

Lo convierte en algo peor: en un sistema inmoral, antisocial y profundamente destructivo.

El diagnóstico está hecho. El veredicto es claro. Y no admite apelación.