Discurso completo de Javier Milei en la ONU (24 de septiembre de 2025)
A las autoridades de las Naciones Unidas, a los representantes de los países miembros y a todos los ciudadanos del mundo que siguen atentamente esta cumbre, buenos días.
El año pasado me paré ante ustedes en esta misma asamblea y presenté una nueva orientación en política exterior para la Argentina. Sostuvimos que era imperativo un retorno a las ideas de la libertad, a los principios inmortales que sostienen la dignidad de la vida, la libertad y la propiedad de todos los individuos bajo la ley, y la necesidad de que la cooperación internacional tenga como fin, precisamente, asegurarlas.
Sin embargo, advertí que la ONU se había alejado de su norte en las últimas décadas. El exitoso modelo de Naciones Unidas que hablaba de la necesidad de paz sin victoria y que se fundaba en la cooperación de los Estados-Nación se vio reemplazado por un modelo de gobierno supranacional de burócratas internacionales que buscan imponerles a los ciudadanos del mundo un modo de vivir determinado. Así es como pasamos de una organización que pretendía mediar la paz entre pares a una organización que pretende decidir no solo qué debe hacer cada Estado o Nación, sino también cada uno de los individuos en las distintas latitudes del planeta.
Nosotros creemos en el fin original de este organismo. Creemos que existen problemas globales que requieren del diálogo y la cooperación internacional para ser resueltos. Pero para eso debemos rechazar estas extralimitaciones que a menudo acompañan a las agendas nobles. Como sostuvimos el año pasado, no acompañaremos nunca el cercenamiento de libertades individuales, comerciales, ni la violación de los derechos naturales de los ciudadanos de los Estados miembros; y, durante el último año y medio, hemos votado en consecuencia. Esto lo digo a sabiendas de que muchos no comparten mis palabras porque —como siempre dije— es preferible decir una verdad incómoda, que una mentira confortable.
En esta línea, hoy quiero hablarles acerca de un problema específico que enfrentan todos los países modernos. Actualmente, en todo el mundo se está planteando una contradicción entre el presente y el futuro, un problema de índole política, económica y filosófica, en cuya respuesta se juega el destino de la humanidad toda.
Si lo llevamos a los términos de comodidad e incomodidad que he planteado, el mundo entero parece estar estancado en el confort del presente, haciendo caso omiso a las consecuencias que esto pueda traer en el futuro. Como la incomodidad le resta voto y poder a quien lo asume, los dirigentes prefieren hacer todo lo que está a su alcance para mantener el statu quo heredado, aunque sea a costa de las consecuencias futuras, incendian el futuro para mantener caliente el presente.
Así, los Estados contemporáneos han entrado en una dinámica muy compleja de revertir en la que los incentivos, tanto de la población como de los políticos, apuntan a privilegiar el repartir la riqueza de hoy por sobre generar la riqueza de mañana. En todo momento, los tomadores de decisiones tienen frente así la decisión de: o bien preservar el legado que les fue encomendado o bien destruirlo.
Este legado puede ser riqueza acumulada, capacidad productiva, leyes o cualquier cosa que haga el bien común. Por lo general, si incineran su legado, si optan por la comodidad tendrán grandes beneficios presentes, pero sufriendo costos futuros aún mayores. Si yo dispongo de un ahorro hoy, lo pierdo para mañana; si lo mantienen, por el otro lado, preservan el crecimiento y la prosperidad tanto de sí mismo como de las generaciones futuras.
Es decir, es necesario encontrar un equilibrio para que el pan de hoy no signifique hambre para mañana, y así poder garantizar un incremento sostenido del bienestar, algo que los economistas llamamos crecimiento económico. Dicho crecimiento a veces se podrá sentir lento y a veces podrá verse frenado momentáneamente porque el progreso nunca es lineal.
Pero es precisamente su consistencia a largo plazo lo que ha revolucionado sistemáticamente el mundo y ha sacado a miles de millones de la pobreza. La diferencia entre crecer 0% y crecer 2% a largo plazo es la diferencia entre el estancamiento y la prosperidad.
Los argentinos sabemos mucho del tema, siendo el único país de la región que no creció en los últimos quince años. En el plano legal, la condición del crecimiento es la sacralidad de la propiedad y la libertad de contrato. En el plano económico, es la inversión en capital y el ahorro. En el plano político, es la contención del Estado para que no devore la riqueza que produce la sociedad civil.
Es así que para el político siempre será redituable sacrificar el futuro en el altar del presente porque consumir el capital acumulado genera bienestar momentáneo y ese bienestar momentáneo genera votos. A cambio, está sacrificando un futuro de mayor crecimiento, haciendo que la riqueza acumulada sea cada vez menor en el tiempo.
Con el correr de los años esta organización ha ido creando capas sobre capa de organismos, agencias y programas hasta alcanzar una hipertrofia de administraciones que son poco efectivas a la hora de resolver los problemas para los cuales fueron creadas. Así se engrosan las responsabilidades de la ONU, se engrosan los aportes recibidos por parte de las Naciones miembro y se redujeron los resultados palpables que esta organización tenía para ofrecerle al mundo.
Esta contradicción entre grandes objetivos y resultados magros ha generado una erosión del prestigio de esta casa y de otras. Sin ir más lejos, los malos resultados de la Agenda 2030 dan testimonio de esto que describo. Por esta razón, la Argentina decidió en su momento apartarse de este proceso porque veíamos en esta agenda un malgasto de recursos escasos, con fines que no compartimos y con el efecto de distraer la atención de las dificultades reales.
En mi país, hemos aprendido por las malas una lección muy valiosa: durante décadas se hipotecaron flujos futuros en función de repartir stock en el presente. En 2023, llegamos finalmente al largo plazo de cien años consecutivos de hacer las cosas mal, de pasar la cuenta de mano en mano hasta que no quedó quien la pague. Y todo eso terminó quebrando nuestro Estado.
Producto de esa implosión durante el último año y medio tuvimos la gigante tarea de administrar la escasez extrema. Y hoy estamos por primera vez en décadas haciendo lo que hay que hacer para que el futuro sea mejor. Argentina hoy tiene un Gobierno que decidió emprender el camino correcto aunque sea el más difícil. La prosperidad y el progreso de nuestro pueblo no puede postergarse más.
Todos los países del mundo y las organizaciones supranacionales deben encontrar la manera de recuperar un interés por el futuro y no sucumbir a la tentación de solo atender el presente. Creo que hablo por todos al decir que nos gustaría que la ONU lidere este cambio de paradigma, regresando a las bases que la han convertido en la gran organización que supo ser en el pasado.
Por eso quisiera humildemente poner a disposición de esta Asamblea cuatro principios que creemos pueden ser útiles para seguir en pos de este objetivo.
- Principio del mandato esencial. La misión central de la ONU es preservar la paz y la seguridad internacional, todo lo demás debe conseguirse como complementario a ese fin.
- Principio de subsidiariedad internacional. La ONU debería intervenir sobre un tema únicamente cuando sea evidente que el problema excede de manera demostrable las capacidades de acción nacional, en todos los demás casos corresponde devolver la iniciativa a los Estados.
- Principio de diligencia institucional. Así como la Argentina ha iniciado un proceso de optimización del Estado eliminando estructuras redundantes y devolviendo recursos a los contribuyentes, entendemos que la ONU necesita un camino similar.
- Principio de simplificación y racionalización normativa. La paz no es solo ausencia de conflicto, requiere sociedades prósperas.
Creemos que estos principios serían grandes valores para reencauzar esta organización, para que así pueda perdurar y traer resultados palpables en el tiempo.
Quiero manifestar nuevamente mi repudio a las expresiones de violencia fundamentalista que aún existen y se propagan por el mundo. En Argentina ya sufrimos este horror con los ataques a la Embajada de Israel en 1992 y a la AMIA en 1994, que causaron la muerte de 114 personas. Exigimos justicia por estos atentados y el cumplimiento de las resoluciones del Consejo de Seguridad.
También repudiamos la violencia política en todas sus formas. En Argentina, la izquierda ha sido responsable de gran parte de la violencia política que hemos sufrido, incluyendo el asesinato de un joven libertario en manos de militantes kirchneristas. No toleraremos más esta barbarie.
Finalmente, reitero el reclamo argentino de soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes que permanecen ocupadas ilegalmente. Invito al Reino Unido a reanudar las negociaciones bilaterales para resolver esta disputa pacíficamente.
Además, exijo la inmediata liberación de Nahuel Gallo, un ciudadano argentino detenido arbitrariamente en Venezuela por motivos políticos. Esto viola los derechos humanos y la soberanía de las naciones libres.
En cuanto a otros temas globales, condenamos la agresión rusa contra Ucrania y apoyamos el derecho de los ucranianos a defenderse. Sobre el conflicto en Gaza, llamamos a un cese al fuego inmediato y humanitario, y a la liberación de rehenes.
La libertad no es negociable. Gracias.